Llueve mansamente y sin
parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, pero
hoy esta lluvia me cala. Me sobrepasa cada gota que, de manera incansable, cae
sobre el asfalto gris de esta aletargada ciudad. Hoy me he dado cuenta de que
ya no formo parte de la silueta famélica de sus enclenques calles y que
quisiera ser vomitado fuera de ella. Cada día encerrado en su rutina me hace
sentir que me ahogo. Necesito encontrar un desierto sin límites, sin sombras
que me persigan, sin tráfico que ametralle mis oídos y sin gente que camine
aborregada en hora punta.
Quiero que tu ausencia ya no me importe y me abandone
para siempre la idea de tu recuerdo pero con esta lluvia no puedo. El sonido
del agua estrellándose en la acera del portal de mi casa invoca al de tus
tacones de mujer fatal diciéndome adiós aquel día, llevándote el paraguas que
nos cubría. La humedad de la atmósfera ahoga mis pulmones cargados de tu
polución. Crece mi asma cuando te veo. Tu impasibilidad ante el aguacero que
cae sobre mí me acatarra aún más.
Hoy, aunque llueve sin
ganas es cuando más te deseo.
Querida soledad; imploro invadas las suplicas de la necesidad interna.
ResponderEliminar¡¡ explosión de deseos !!
A veces, la lluvia viene bien. Gracias Bao Yonggan.
ResponderEliminar