viernes, 2 de mayo de 2014

DESDE MI TORRE


Desde mi torre de cristal, veo el azul del océano.
Su infinito extingue al sol, que cada día, vuelve a provocar al horizonte
encaramándose en lo más alto del cielo.
Jadeante, más tarde, desfallece amortiguado por el magnetismo atrayente
del seductor espectáculo de nereidas que lo acogen en su envolvente profundidad.
Cada día la misma contienda ficticia.
Desde mi torre de acero veo la lidia infecunda de aquellos que defienden
valores en los que no creen.
Exterminios inútiles, torpes batallas de soldados de plomo que, botarates,
enfrentan a capricho contra fantasmas de aire en patios de colegio llenos de risas esperpénticas.
Desde mi torre de piedra, ahogo el quejido de la desolación.
Callo gritos de los mudos de sentimientos sinceros.
Aquellos que improvisan corazón para desarropar a los desgraciados que sienten.
Desde mi torre menuda, observo a mi alrededor la selva de fieras, hambrientas de carroña.
Desde mi torre insondable, siento la impotencia del cobarde que espera la calma que no llega.
Aquella que le persigue por siempre en su conciencia inservible.
Valor tocando la aldaba en oídos sordos.
Desde mi torre salto al vacío y caigo arropada por mi desnudez.
Me enfrento en cueros al desafío de los elementos
curtiendo un cuerpo  hoy ya indoloro.

 

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